Se lo debe distinguir del sufrimiento. El dolor es una construcción biomédica, es la sensación física como
respuesta a un estímulo.
El sufrimiento, en cambio, como respuesta psico-afectiva a una situación negativa es una construcción socio-cultural e histórica.
En la edad antigua el dolor era el perro guardián de la salud, en la edad media era redención o castigo y en la posmodernidad se ha medicalizado.
El sufrimiento es el dolor total, además de físico, es psíquico (mental), social (abandono) y espiritual (desesperanza).
La medicalización, por el contrario, lo de-construye socialmente, lo biologiza, lo “naturaliza”, el Estado se des-responsabiliza, el sufrimiento y los conflictos sociales se transforman en patologías individuales, que hay que medicar y controlar.
Así, los sistemas hegemónicos de poder “criminalizan” a la víctima pero también nos “medicaliza” a nosotros los médicos a través de sistemas de atención médica mercantilistas e inhumanos y nos obligan a “canjear” sufrimientos por psicofármacos. Si en vez de esos quince minutos nos dieran tiempo para escuchar (y no solamente interrogar) la situación sería totalmente distinta y de medicalizadora se convertiría en “sanadora”. Uno de los aforismos de Hipócrates ilustra: ”muchos enfermos se curan con la satisfacción que les da un médico que los escucha”
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