La normativa, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, prevé
adaptar productos y servicios, pero sólo uno de cada diez restaurantes tiene
menú en braille, y apenas el 1% de los semáforos es sonoro. Bancos y subtes,
aún en deuda.
Unos 2 millones de personas sufren en el pais algún tipo de disminución en la vista o una limitación permanente |
Unos 2 millones de personas sufren disminución o
discapacidad visual en la Argentina, de ellas un 10% tiene limitación
permanente. Es la más reiterada del total de discapacidades que, según el Censo
2010, existen en uno de cada cinco hogares argentinos, alcanzando a 5.114.190
habitantes (un 13%). Son cada vez más los segmentos de productos, servicios e
infraestructura que empiezan a adaptarse para esas personas, con el objetivo de
otorgarles autonomía, accesibilidad y, en definitiva, una mejor calidad de vida,
pero persisten las deudas con ese sector de la población. Muchas adecuaciones
exigidas por ley aún no se cumplen, y la ciudad todavía les resulta un lugar
hostil.
Al igual que otros 150 países, la Argentina adhirió en 2008
a la Convención Internacional sobre los Derechos de Personas con Discapacidad,
emitida por la ONU, la cual, entre otras cuestiones, obligaba a las empresas a
modificar actitudes y enfoques en relación a la discapacidad. Los primeros
resultados en torno a las personas con problemas visuales recién comienzan a
notarse. "No se adaptan los productos para personas no videntes porque
nadie las ve. Un ciego no sale de su casa porque no tiene autonomía. Hay que
crear conciencia de que los ciegos, aunque no se nos vea, existimos", afirmó
Pablo Lecuona, presidente de Tiflonexos, una asociación sin fines de lucro que
busca la accesibilidad de la información y la cultura para las personas con
discapacidad visual.
En materia de inserción laboral, al programa Promover y la
Bolsa de Trabajo del Ministerio de Trabajo de la Nación, se le sumó el Programa
de Capacitación e Intermediación Laboral de la Población Ciega, Agora,
desarrollado junto a la Federación Argentina de Instituciones de Ciegos y
Amblíopes (FAICA), que en once años logró la inserción laboral de más de medio
centenar de personas, y capacitó a otras
2100. Uno de los sectores donde son más requeridos es el de evaluadores de
calidad de productos, sobre todo en la industria alimenticia y de perfumes, como
el caso de la consultora STG, que contrata catadores ciegos. En tanto, hay
otros proyectos en estudio en el Congreso. Uno propuesto por la Biblioteca
Argentina para Ciegos (BAC) postula la necesidad de traspasar al Estado las
cargas sociales de bibliotecas afiliadas a CONABIP, que empleen personas con
discapacidad.
Hace pocas semanas, una empresa de cosmética –Biferdil– se
convirtió en la primera en lanzar una línea de 12 mil unidades de champú y
acondicionador con etiquetado braille. Son dos productos que, al ser de envases
similares, suelen obligar a la persona ciega a pedir ayuda. Pero otros sectores
cotidianos aún son esquivos a sus necesidades. Las góndolas de casi todos los
supermercados son un caso (a excepción de Jumbo, que ofrece el folleto de
ofertas en Braille y etiqueta los productos con el nombre luego de que el
cliente los elige), por lo que la mayoría suele apelar a compras telefónicas o
pedir ayuda a repositores, especialmente para envases de diferentes comidas
(choclo y arvejas, por ejemplo) que tienen idéntica forma. A la hora de salir a
tomar algo, se encuentran con un nuevo problema: los baños suelen ser
señalizados con imágenes de varones y mujeres, y no hay otro modo de saber a
cuál de los dos deben ingresar.
Entre 2008 y 2009, el Congreso de la Nación trató un
proyecto de ley para que todos los medicamentos cuenten con el nombre del
genérico y el 0800 del laboratorio en braille. Tras obtener media sanción en
Diputados, quedó frenado en el Senado. "Soy una persona grande y tomo
cuatro medicamentos al día. De las cuatro marcas, sólo una está rotulada en
Braille. Además de la utilidad práctica, eso me hace sentir que soy una persona
socialmente reconocida como tal. Este reconocimiento era impensable cuando era
una chica en edad escolar", enfatizó Tania García, presidente de la BAC.
En la actualidad, depende de la buena voluntad de cada
laboratorio. Los cereales Kellogg's suelen imprimir el braille sobre el propio
cartón, sin costo adicional. No es un servicio oneroso. Así lo subraya Lecouna,
que lo tiene a su cargo: "Hacer el plastificado en braille para diez
botones de ascensores no sale más de 200 pesos."
Mayor avance tuvo la cuestión de los bancos. En el último
enero, el Banco Central dictó una resolución que exige que antes de mitad de
año cada firma tenga el 10% de los cajeros con accesibilidad sonora para
discapacitados visuales. Además, todos los formularios y contratos deberán
estar escritos en braille, algo que no termina de efectivizarse, por ejemplo,
con los resúmenes de tarjeta. Las empresas de servicios públicos, como gas o
electricidad, ya entregan facturas con ese sistema.
Lo tecnológico aparece como lo más avanzado e integrado,
desde celulares, teléfonos fijos hasta computadoras y software táctiles.
Lecouna destacó nuevos logros, como "las primeras experiencias de accesibilidad
en las elecciones de 2011, la Ley de Accesibilidad Web para las páginas de los
organismos públicos, o la Ley de Medios, que en su artículo 62 obliga a horas
semanales con audiodescription, aunque se cumple a medias. Pero el tema de la
discapacidad está más presente en la agenda".
En el pasaje Zelaya, del barrio del Abasto, está el Centro
Argentino de Teatro Ciego, el primero del mundo que trabaja con obras
representadas en plena oscuridad para videntes y no videntes. Uno de sus
fundadores, Gerardo Bentatti, remarca: "No hay luz, todos somos ciegos. Es
divertido dar vuelta el juego en una ciudad que no está preparada para ellos,
los compañeros están siempre en desventaja."
Entre diciembre de 2011 y enero de 2012, el jefe de gobierno
porteño, Mauricio Macri, vetó dos leyes: la 3961, que establecía que las
personas con discapacidad tienen derecho a viajar gratuitamente a cualquier
destino del país, y la 4020, que promovía la adaptación de los semáforos de la
Ciudad para el uso autónomo de personas ciegas y disminuidas visuales. Hoy sólo
el 1% de los 3600 cruces semafóricos cuentan con equipos sonoros. Otra ley
porteña obliga a que todas las paradas de colectivos estén señalizadas en
braille. Si bien el nuevo mobiliario urbano anunciado hace un año lo prevé, no
ocurre lo mismo con el viejo, que sigue siendo mayoría en el distrito. Otra
dificultad suman las nuevas obras urbanas que nivelan la vereda con la calle:
es difícil saber cuándo termina una y cuándo arranca la otra.
Los restaurantes en Capital Federal deben, por ley, tener su
carta en braille, una medida de avanzada a nivel mundial. Sin embargo, de
acuerdo a un relevamiento de la Defensoría del Pueblo porteño, únicamente un
10% la cumple, y varios están desactualizados.
El desconocimiento en la materia es uno de los grandes
factores que frena el avance en la igualdad de derechos. Por caso, son muy
pocos los choferes que saben que existe desde el año 2000 una norma (la 429)
que permite el acceso de perros guía al transporte público.
En 2009, una encuesta de la Fundación Par, COPIDIS e Intus,
en colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo, demostró que el 35%
de los discapacitados visuales porteños ve limitada su posibilidad de circular
de forma autónoma por la vía pública; el 22% directamente dice no salir nunca
solo.
Verónica González Bonet, presidenta de la Red por los
Derechos de las Personas con Discapacidad (la única periodista ciega de la
televisión local, por la TV Pública, y una de las dos en el mundo), aboga:
"Si la sociedad comprende que todos somos parte y que la discapacidad es
una construcción social que tiene más que ver con lo que el resto considera que
podemos hacer o no que con un déficit físico, lograremos ser más inclusivos e
involucrarnos en las distintas situaciones que nos ubican en un lugar de
desventaja." «
"Los temas de minorías no están en agenda, no
venden"
A los seis meses de vida, a Andrea Grassia le detectaron
"retinopatía de prematuro". Hoy, con 26 años, luce entre resignada y
acostumbrada. Trabaja en la Legislatura porteña, donde una fila de motos
obstaculiza el ingreso a la vereda, a las que se suman dos autos en infracción.
"Son de dos diputados", dice sonriendo. Justo allí, donde se discuten
y se votan las leyes inclusivas.
Desde 2010, Andrea trabaja como asesora en temas de
discapacidad del diputado Adrián Camps (Partido Socialista Auténtico), quien
presentó un proyecto para que la cebra peatonal tenga pintura en relieve,
"porque en la actualidad necesitamos de la ayuda de otro que te diga por dónde
ir".
Andrea sufre discapacidad visual desde que le pusieron
oxígeno por incubadora. Se recibió de periodista en TEA, y hace años integra la
Comisión Directiva de la ONG Biblioteca Argentina para Ciegos (BAC). "En
general, no está en la agenda el tema de la inclusión de las minorías. No
vende. Y cuando vende es porque hay una persona víctima de algún hecho de
violencia o discriminación. Como colectivo, tratamos de incentivar que no se
nos muestre como víctimas sino como alguien que puede, con ciertas adaptaciones.
Yo para trabajar sólo preciso un software que lee la pantalla". Pide que
los billetes sean de distintos tamaños, como los euros, y desliza: "Otro
tema es que casi no hay personas con discapacidades al frente de organismos
vinculados a la discapacidad. Es paradójico."
–¿Qué aspectos mejoraron en este último tiempo?
–Los ascensores, hay más con braille, y otros con sonidos.
También las esquinas con rampas, o las que tienen baldosas con puntitos en
relieve que indican que comienza la senda peatonal. Pero por la ley de subtes,
que no se cumple, reclamamos el año pasado y nunca contestaron. Y las de los
cajeros y las paradas de colectivos en braille, ni siquiera fueron
reglamentadas.
Ciudad llena de obstáculos
La Ciudad es un fiel ejemplo de buenas intenciones, con
algunas normas de avanzada, pero escaso cumplimiento. En los subtes, sólo la
renovada línea A y la C exhiben un sistema adecuado de parlantes que anuncia
los nombres de las estaciones. La D avisa sólo las combinaciones. En tanto, la
señalización en braille se cumple en las estaciones de dos líneas (D y H), y no
mucho más avance tuvieron los ascensores.
La falta de semáforos para ciegos y paradas de colectivos
con braille es otro "debe" del Ejecutivo porteño. Sólo se ubican en
esquinas cercanas a lugares relacionados con la discapacidad visual, como el
Hospital Santa Lucía. Y mientras todas las sucursales bancarias deben tener un
cajero con soporte sonoro, menos del 40% lo tiene.
Como aspecto positivo, el ministro de Educación porteño,
Esteban Bullrich, entregó libros en braille para los alumnos no videntes de la
Escuela Especial N° 33 del barrio de Caballito.
Fuente: Info News
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