Los datos del servicio de Oncología y Hematología del
hospital Garrahan confirman que la sobrevida en los casos de cáncer infantil es
de entre el 70 y 80 por ciento. La vida, hoy, de niños que fueron tratados y
curados en la institución pediátrica. El 15 de febrero se conmemoró el día
mundial de lucha contra el cáncer infantil.
Bianca tiene 17 años y lo que más le gusta es jugar al
hándbol. Vive en Esquel y tuvo cáncer de ovario a los 9. Daniel Sosa tiene 14
años y le encanta sacarse fotos. Vive en Capital y a los 3 años le
diagnosticaron Linfoma de Hodgkin. Los dos niños fueron tratados en el Hospital
Garrahan y forman parte de casi el 80 por ciento de casos de cáncer infantil
que se curan y tienen un buen pronóstico de sobrevida.
"El hospital Garrahan trata a un tercio de los casos de
cáncer infantil que se producen en la Argentina y garantiza atención pública,
gratuita y de alta calidad para estos niños. Lo importante en este tema tan
sensible es saber que entre el 70 y 80 por ciento de los casos de cáncer en
chicos se cura", destacó el presidente del Consejo de Administración del
Garrahan, el oncólogo Marcelo Scopinaro.
En tanto, el jefe del servicio de Oncología y Hematología,
Pedro Zubizarreta, afirmó que "la tasa de supervivencia que tenemos en el
hospital es alta. En el caso de los tumores germinales la cura alcanza al 90
por ciento y lo mismo sucede con los linfomas de Hodgkin. Tras la cura, el niño
sigue en tratamiento en el hospital, realizamos un seguimiento integral de su
salud y las consecuencias de la enfermedad".
Anualmente, entre 1.300 y 1.400 niños son diagnosticados con
cáncer en la Argentina. Y los tumores más graves son los del sistema nervioso
central, que tienen un porcentaje de sobrevida de entre el 50 y 60 por ciento.
Cada año, el hospital Garrahan recibe 420 nuevos pacientes oncológicos. Los
pacientes llegan de todo el país y a ese número hay que sumarle el alto
porcentaje de derivaciones de centros de salud, tanto públicos como privados,
que llegan a la institución para realizarse procesos complejos del tratamiento.
Para Marcelo Scopinaro, la alta tasa de curación de los
casos de cáncer en el Garrahan "no sólo tiene que ver con un recurso
humano de altísima calidad, que es una distinción del hospital en todas sus
áreas, sino con un trabajo interdisciplinario que hace que podamos brindar la
mejor calidad de atención”.
Tras la cura de la enfermedad la vida del niño puede
desarrollarse normalmente. Los cuidados, afirma Zubizarreta, no están muy lejos
de los que debe tener cualquier persona para llevar una vida sana: no fumar,
cuidarse del sol, comer frutas y verduras, prevenir la obesidad. Los niños que
padecieron tumores malignos tienen más riesgo de desarrollar una segunda
enfermedad, aunque todo depende de cada caso, el tratamiento previo, la
genética y qué tipo de cáncer sufrió.
El servicio de Oncología del Garrahan surgió con el
hospital, en 1987, y fue la primera vez que se combinaron en pediatría las
especialidades de hematología y oncología en la misma área de atención.
Actualmente, el establecimiento atiende al 31 por ciento de los casos
infantiles de cáncer en el país: el 26,16% corresponde a leucemias; el 21,26 a
tumores del sistema nervioso central; y el 52,58 a tumores sólidos. La tasa de
incidencia de cáncer infantil en Argentina es menor que la de los países
desarrollados.
Detrás de los números
Un día antes de cumplir 15 años, Bianca supo que la
enfermedad que había tenido de chica se llamaba cáncer. Se lo explicó su mamá
con estas palabras: "tenías un cáncer mortal, por eso te hacían tantos
estudios". Ella lo entiende así: "Ahí me cayó la ficha. No me daba
cuenta lo que pasaba, yo era una nena y para mi todo era irreal. Pensaba en
cosas como qué iba a decir la gente cuando me viera pelada".
El tratamiento duró dos años. Todo comenzó con un dolor muy
fuerte en el abdomen, en la zona de los ovarios. Tanto, que no podía levantarse
de la cama. Primero pensaron que había comido algo que le cayó mal. Pero unos
días después, cuando el dolor no calmaba, un pediatra de Esquel le pidió una
tomografía y ahí estaba: el tumor escondido detrás de un ovario. La operaron de
urgencia y la derivaron al Garrahan. Una vez al mes, durante ese tiempo, ella y
su familia viajaban a Buenos Aires para cumplir las sesiones de quimioterapia.
Bianca recuerda del tiempo de su cáncer que fue pinchada 40
veces en cada brazo. "Ahora odio las agujas", dice riéndose y
enseguida afirma que "ahora estoy re bien, vivo una vida normal y estoy
súper agradecida con todos los doctores; creo que la enfermedad me cambió:
maduré muy temprano, me cuido mucho más, vivo la vida tranquila, sin hacer todo
apurada, porque todo lleva su tiempo".
Hoy, esta adolescente de 17 años realiza los controles en su
ciudad natal, una vez al año. El año que viene estudiará Administración de
Empresas o Psicología. Todavía no se decide. La secuela del cáncer que quedó en
su cuerpo es la marca del suero de la quimioterapia en su brazo derecho, nada
que quite la felicidad con la que celebra su vida.
El caso de Daniel, o Danielito como le dicen todos, comenzó
de la forma más inesperada. El nene tenía dos años y tuvo un accidente
doméstico en su ojo izquierdo. La madre, María del Carmen, recorrió todos los
hospitales posibles en la lucha para que su hijo no perdiera ese ojo y así
llegó al Garrahan. Los médicos vieron que el niño, además de su problema en la
vista, tenía los ganglios inflamados en el cuello. Hicieron varios estudios y,
finalmente, una biopsia: Linfoma de Hodgkin, un tipo de cáncer que afecta al
sistema linfático, parte del sistema inmunitario del cuerpo.
"El día que diagnosticaron a mi hijo conocí al doctor
Zubizarreta. Me dijo que Daniel tenía cáncer y me nombró la enfermedad. Yo
nunca la había escuchado. Pero no lloré y le dije al doctor que hiciera todo lo
que debía hacer". María del Carmen es creyente y tiene la convicción de
que "los hijos no son de uno, son prestados".
"Me encomendé a Dios y a la ciencia, dejé a Danielito
durmiendo y ahí lloré por primera vez", recuerda.
El tratamiento comenzó el 26 de abril de 2002 y terminó un
año después, cuando Daniel tenía 3 años.
El nene recibió 6 sesiones de quimioterapia, que terminaron con todos
los tumores de su cuello. La familia no tenía obra social, el padre estaba
desocupado, y la atención fue absolutamente gratuita en el hospital Garrahan.
Hoy tiene 14 años y también logró recuperar la visión de su ojo izquierdo.
"Mi hijo es un milagro y todas las cosas pasan para bien", concluye
su madre.
Fuente: Buenos Aires 2.0
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