En su informe 2015 sobre DD.HH. y sociales, el CELS
cuestiona a los gobiernos nacional y porteño por el incumplimiento de la Ley
Nacional de Salud Mental. El primero, por dificultar la aplicación y el
segundo, por promover la privatización.
El CELS cuestionó a los gobiernos de la Nación y de la
Ciudad de Buenos Aires en cuanto al cumplimiento de la Ley Nacional de Salud
Mental. Al primero, porque el Plan Nacional de Salud Mental del Ministerio de
Salud mostraría “una posición ambigua, si no resistente” ante la ley, “cuya
meta es el cierre de los manicomios en 2020”. Al segundo, porque “para el
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la política de salud mental es
manicomial”, con “los modelos de segregación propios de las instituciones
asilares”. En el Plan Nacional, la sustitución de los hospitales monovalentes
por dispositivos con base en la comunidad, requerida por la ley, habría quedado
desplazada por una “adecuación” que preservaría la institución manicomial. En
la Ciudad, intentos de impulsar la atención comunitaria fueron desarticulados
por el gobierno porteño, cuyo propósito sería mantener las internaciones
manicomiales “tercerizándolas en servicios privados”. En la Ciudad, el 80 por
ciento de los recursos en salud mental se destinaría a “los monstruos
manicomiales”. Y, en todas las jurisdicciones, se vendría desestimando la
persistencia de instituciones privadas que desarrollan prácticas manicomiales.
Las observaciones del CELS ocupan un capítulo de su Informe
2015 sobre derechos humanos y sociales en Argentina, según el cual el Plan
Nacional de Salud Mental, elaborado por la Dirección Nacional de Salud Mental y
Adicciones, “no hace referencia a ninguno de los mandatos de la Ley Nacional de
Salud Mental, cuya meta es el cierre de los manicomios en 2020”: “no se hace
referencia directa a la sustitución de hospitales monovalentes ni a la
vulneración de los derechos humanos de las personas que viven en los
manicomios”, y señala una “ausencia de políticas que favorezcan la inclusión
social”.
El CELS señala que el Plan plantea “una adecuación” de las
instituciones monovalentes y que “concebir la sustitución indicada por la Ley
de Salud Mental como mera transformación es una postura que pretende preservar
estas instituciones: la ley establece sustituirlas y no transformarlas”. En el
Plan, “no se nombra a los psiquiátricos monovalentes y aparecen en su lugar las
expresiones ‘efectores públicos’ e ‘instituciones públicas’. De esta manera, se
cambia el eje de la evaluación al ordenar sustituir lo público, en lugar de
sustituir los psiquiátricos monovalentes, sean públicos o privados”, según el
CELS.
Además, afirma el CELS, en el Plan se harían equivaler las
categorías “incluidos en un hogar” y “en dispositivos residenciales comunitarios”,
lo cual “borra las di ferencias entre situaciones bien distintas. El ‘hogar’ es
una institución total basada en un paradigma que tiende a obturar la inclusión
social. Proponer el pasaje de pacientes a los hogares, habilita la reproducción
de las lógicas restrictivas de la libertad.” “El resultado es una posición
ambigua, si no resistente, ante la obligación de implementar la ley.”
En la Ciudad de Buenos Aires, el informe denuncia “dos
hechos que dan cuenta de la política pública de salud mental”. Uno de ellos es
“la desarticulación del Programa de Atención Comunitaria (PAC) de Niños, Niñas
y Adolescentes con Trastornos Mentales Severos”, que “había ayudado a mantener
a más de trescientos niños en su medio familiar y evitar internaciones”. Un
segundo hecho fue el intento de licitación de un “servicio de internación
prolongada de pacientes psiquiátricos”, que vendría a mantener las
internaciones prolongadas “tercerizándolas en servicios privados”. Esta
licitación pudo frenarse gracias a “acciones legales de la Asesoría General
Tutelar y de organizaciones de la sociedad civil”.
También señala en la Ciudad “la privación de recursos”, ya
que “más del 80 por ciento del presupuesto se asigna a las cuatro grandes
instituciones psiquiátricas: Borda, Moyano, Alvear y Tobar García, librando
apenas un 20 por ciento para los dispositivos ambulatorios y los programas que
apuntan a la reinserción en la comunidad”. “Cada año se observa un aumento de
lo asignado para los hospitales monovalentes”, mientras que “se quitan recursos
a dispositivos de tipo ambulatorio como los centros de salud mental y el
Programa Talleres Protegidos”. Además, en los hospitales monovalentes, la
distribución presupuestaria “privilegia los servicios de internación por sobre
los ambulatorios”.
Se refiere también a una desfinanciación de los Cesac
porteños, centros de atención primaria “en los cuales debería apoyarse la
respuesta sanitaria sobre la base de la comunidad como alternativa a la
internación”: sólo en cuatro de ellos aumentó el presupuesto. Y en los
hospitales generales, la salud mental “ocupa menos de un uno por ciento del
presupuesto y no encontramos información sobre qué implica concretamente”. En
resumen, “para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la política de salud
mental es manicomial y está sesgada por los modelos históricos de segregación
propios de las instituciones asilares”. La caracterizan, según el CELS, “la
defensa orgánica del hospital psiquiátrico y el desmantelamiento de la oferta
descentralizada”. Como consecuencia, “sin una red comunitaria que despliegue la
atención primaria, las personas quedan a expensas de las lógicas de una
institución de poder totalitario que sostiene prácticas abusivas”.
Finalmente el CELS advierte que “la Ley Nacional de Salud
Mental puede ser letra muerta si no existen prácticas institucionales que
lleven adelante el proceso de transformación”. Página/12 intentó comunicarse
con los ministerios de Salud de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires, pero
no obtuvo respuesta.
Fuente:Página 12
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