Hace un mes la provincia de Buenos Aires promulgó una ley
que incorpora a los payasos hospitalarios al sistema de salud; quieren que esa
legislación tenga alcance nacional.
Desde las salas de aislamiento, los chicos los ven llegar a
través del cristal que los separa de los demás. Ahí llegan el Dr. Amatisto, la
Dra. Corazona, la Dra. Tiziana, la Dra. Itzel y la Dra. Marta. Recorren los
pasillos tocando sus instrumentos y cantando. Se ponen al tanto del estado de
salud de cada chico que van a visitar. Vidrio de por medio, comienza el
intercambio de dibujos y notitas, además de ese lenguaje con señas que aviva
las miradas de los chicos y nubla de emoción la de los grandes. Uno de los
chicos, Juani, estaba mirando la televisión y cuando los vio, la apagó y se
sentó en la cama con una gran sonrisa, para comenzar su habitual diálogo de
códigos intergalácticos.
El contraste es fuerte. El Hospital Posadas, intervenido
hace unos meses por malversación de fondos y con denuncias por precariedad
laboral, falta de insumos e inseguridad estructural, se viste de luz, color y
alegría cuando los payamédicos llegan y cambian por completo el lugar. Las
salas se transforman en playas, bosques, salones de bailes o una jungla con
animales gigantes. Transforman las cosas y cambian el significado de las
palabras hasta crear un nuevo lenguaje. Los pacientes son producientes, porque
no son pasivos, ellos producen también la realidad. Los transportan
imaginariamente a otros paisajes, ciudades y galaxias y junto a ellos, crean un
nuevo mundo. "Yo soy un convencido de que los hospitales públicos son los
que más nos necesitan. Estuvimos en la Fundación Favaloro y las diferencias
están muy marcadas. Siento que nuestra tarea es bienvenida y agradecida en
todos los sectores del servicio y cuando tuve que elegir un lugar para que vaya
el Dr. Amatisto, no dudé en elegir al Posadas porque necesitaba retribuirle
todo los que hicieron por mí, en mi infancia, los grandes profesionales que
allí trabajan", dice Martín Arena, el hombre detrás del Dr. Amatisto.
Por una ley nacional
En los próximos meses se impulsará en el Senado de la Nación
un proyecto de ley nacional, inspirada en la promulgada por la provincia de
Buenos Aires para que en todo hospital pediátrico haya payamédicos. La comisión
de salud, a cargo del Senador de Tierra del Fuego, Julio César Catalán Magni,
trabajará en conjunto con la ONG Payamédicos en la elaboración del proyecto que
buscará ampliar el ejercicio de esta actividad en todo el país y en otros áreas
de la salud, más allá de la pediatría. "Asumimos el compromiso de
presentar esta ley, luego de un trabajo consensuado entre los equipos técnicos
de ambas partes, para que el espíritu social de esta actividad tenga un marco
legal. Estudiaremos la ley de la provincia de Buenos Aires para tomarla como
modelo y ver cómo ampliarla a un nivel nacional.", dice Catalán Magni.
"Esta ley nos hace más fácil el ingreso a los
hospitales porque nos permite hacer las intervenciones con un respaldo y un
reconocimiento que, quizás, siempre tuvimos, pero que ahora nos contiene y nos
delimita claramente para contribuir a la salud emocional del paciente
hospitalizado", agrega Martín Arena.
En el Hospital Municipal de Pediatría "Federico
Falcón", en Pilar, la situación está un poco mejor que en el Posadas. Todo
es más limpio y luminoso. Los espacios están más despejados, la gente espera
sentada en bancos distribuidos en todos los pasillos de color verde agua y cada
sala tiene, como máximo, tres niños con sus acompañantes. Las carencias, que
las hay, se notan menos. Ahí, cada viernes, a las seis de la tarde, Romina Fava
es la Dra. Mireta Beta: ahí empieza su mejor momento de la semana.
"Estudié teatro toda mi vida. y jugar es lo más lindo que me puede pasar,
sobre todo, cuando ese juego ayuda. Lo único que se necesita para hacer esto es
tener vocación de servicio y poder entregarse. Aunque la ley contemple que sea
una actividad remunerada, hay quienes aún queremos hacerla desde el deseo de
ser solidarios. Lo que sí considero importante es que esta ley no se ciña a los
servicios pediátricos sino que se extienda a geriátricos y escuelas",
dice.
Diccionario propio
Son casi 20 en total los que van junto a Romina, cada
semana, a despertar fantasías y sonrisas a los niños internados. Los
payamédicos tienen entre 18 y 60 años. Son estudiantes, empleados,
profesionales, comerciantes, amas de casa, docentes. La preparación para ir a
ver a los chicos les lleva más de una hora. El vestuario es amplio, colorido y
cuando terminan de prepararse, casi como un hechizo, adquieren la personalidad
del payamédico que cada uno construyó de sí mismo. Cambian sus nombres, sus
miradas, sus gestos, sus voces. Visten ambos con telas de colores, y pelucas
brillantes. Llevan medias y zapatos decorados con flores, sombreros
extravagantes y anteojos inmensos. Eso sí: no usan nada de maquillaje. Y todos
los elementos médicos, todos, son rebautizados: el maletín pasa a ser el
buenetín; el estetoscopio es el estetosflorio; y el recetario se convierte en
el risotario. Las narices son anaranjadas, porque el rojo recuerda a la sangre.
El color negro está prohibido.
Luego de leer el pase médico, se saludan en ronda y con
pases de baile se presentan. Algunos son nuevos payantes (práctica de un año
luego de terminar el curso, para recibir el diploma) y tienen que hacerse
conocer. Se reparten las salas para luego escuchar con atención. Las caras y
los gestos de comprensión son exagerados. Todo es algarabía. Al escucharlos,
algunos niños saltan de sus camas para asomarse a la puerta de la sala y
mirarlos. Algunos se quedan pegados a sus madres y no quieren acercarse. Otros
se van acercando lentamente, mientras alguno los corre por los pasillos.
Una rutina rigurosa y ruidosa
Hay profesionales que se quejan por el ruido y el desorden
que ellos provocan en la rutina hospitalaria, pero la mayoría de la gente les
demuestra su aprobación con sonrisas. "Somos muy rigurosos con esta
actividad. La formación incluye una preparación en varias áreas y obtienen
pautas claras sobre el medio hospitalario, muchos conocimientos de infectología
y un abordaje a la psicología que atañe a una situación de internación -dice
José Pellucchi, médico y psiquiatra que dirige la ONG Payamédicos -. No se
trata de ponerse una nariz e ir a un hospital, hay que tener conocimientos para
no poner en riesgo a las personas internadas."
En su recorrido, los payamédicos se asoman a cada una de las
salas, mostrando desde el marco de la puerta sus guantes de colores o una pierna
o el sombrero con frutas. Una vez que ven que son bienvenidos, hablan con los
padres para pedirles autorización para entrar. Y ahí sí se acercan a cada chico
que los quiere recibir. Algunos padecen enfermedades severas que los mantienen
postrados en sus camas y no pueden hablar. Otros duermen. Ellos respetan cada
situación y no dialogan con quienes no quieren o no pueden tener contacto con
ellos. Todo lo hacen con mucho respeto. Nahemías Pavón tiene 4 años y tuvo una
crisis asmática. En el momento de la cena, se negaba a comer. Cuando entraron
los payamédicos, tras algunos pases de baile y una charla imaginaria con la
milanesa, Nahemías empezó a comer con ganas.
Fuente: La Nación
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