La Cámara de Diputados, en el primer paso legislativo,
aprueba la despenalización en tres causales.
Justamente en la mitad del segundo mandato de Michelle
Bachelet (2014-2018), la Cámara de Diputados de Chile después de un año de
discusión ha aprobado uno de los proyectos estrella y más complejos
de esta Administración socialista: la despenalización del aborto en tres
causales (peligro de vida de la madre, malformación fetal y violación). Aunque
se trata recién del primer trámite legislativo, porque la iniciativa pasará
ahora al Senado, representa una conquista histórica para los derechos civiles
del país latinoamericano. “Este proyecto abre opciones y no impone posiciones.
Hemos trabajado fuerte porque queríamos conseguir una fuerte mayoría”, señaló
luego de la votación la comunista Claudia Pascual, ministra del Servicio
Nacional de la Mujer (SERNAM).
Chile es uno de los pocos países del mundo donde el aborto
está prohibido en todas sus causales. Fue una de las leyes de amarre que la
dictadura de Augusto Pinochet decretó poco antes de entregar el poder, en 1989,
porque hasta entonces el aborto terapéutico no estaba penalizado. Después de 26
años de democracia y de decenas de proyectos de ley fracasados, el Gobierno de
Bachelet intenta despenalizarlo en las que son probablemente las tres causales
más complejas. De aprobarse en el Congreso antes de que finalice esta
Administración en marzo de 2018, como pretende el Ejecutivo, resolvería un 5%
de los 70.000 abortos clandestinos que, se estima, se realizan anualmente en
condiciones de riesgo.
El proyecto de ley, que de acuerdo a diferentes encuestas es
apoyado por más de un 70% de los chilenos, fue aprobado en general en la Cámara
de Diputados por 66 votos a favor y 44 en contra. Pero aunque la iniciativa
limita estrictamente la despenalización del aborto para las tres causales, y no
pretende abrir el camino hacia el aborto con mayores libertades, su tramitación
en el Parlamento ha sido compleja. La oposición de la derecha y la resistencia
de los sectores más conservadores del propio oficialismo, sobre todo de la
Democracia Cristiana, han puesto cortapisas al proceso. Poco después de que se
aprobara en la Cámara, de hecho, la alianza de derecha anunció que recurrirá al
Tribunal Constitucional para frenar la iniciativa.
La discusión pública parlamentaria, que arrancó con una fuerte expectación ciudadana, ha reflejado la tensión que provoca la
materia y las posiciones de los sectores más conservadores del Congreso. El
diputado de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Gustavo Hasbún, indicó que
el proyecto le parecía “tan permisivo, tan general, que abiertamente es la
antesala a la legalización de la eugenesia”. “Y legalizar la eugenesia
significa que se acabó la Teletón, se acabaron los niños con discapacidad”,
señaló en referencia a la iniciativa que todos los años se realiza en Chile
para juntar dinero en favor de los menores con alguna discapacidad física. El
diputado René Manuel García, de Renovación Nacional (RN), llegó a realizar
comparaciones con las violaciones a los derechos humanos en dictadura:
“Podríamos decir que el Gobierno Militar o dictadura, como quieran llamarlo,
mataba a las personas grandes. Ustedes las matan antes de nacer. ¿Cuál es la
diferencia entre esos dos crímenes?”. Enrique Van Rysselberghe, de la UDI, hizo
referencias a la historia mundial: “Hay quienes dicen, al igual que los nazis y
comunistas, que la vida humana se puede limitar”.
Cada una de las causales fue votada por los diputados en
particular. El aborto en caso de violación ha sido la más resistida de las
tres, incluso desde parte del oficialismo. Finalmente, sin embargo, también fue
aprobada por 59 votos a favor y 47 en contra. El proyecto establece que
existirá un plazo máximo de 12 semanas de gestación en estas situaciones,
aunque se extiende a 14 semanas si se trata de mujeres menores de 14 años.
Sobre la confidencialidad, el proyecto de despenalización establece que los
servicios de salud deben poner en conocimiento del Ministerio Público si una
mujer invoca la causal de violación, aunque no se les puede obligar a declarar
ante la Fiscalía o los tribunales. En el caso de las menores de edad, como
hasta ahora, se mantiene la obligación de los médicos de denunciar el hecho
ante la Justicia.
“Este es un momento histórico. Con todos los vaivenes que ha
enfrentado esta discusión, que por décadas fue abortada, el movimiento social y
la opinión pública ha empujado y enfrentado a la clase política chilena a dar
respuestas a una realidad que refleja que, en Chile, las mujeres todavía somos
ciudadanas de segunda clase”, ha señalado la abogado Lidia Casas, del Centro de
Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales
(UDP).
Fuente: El País
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