Si bien este servicio, que aborda las necesidades de las
personas en el final de la vida, está incluido en el Programa Médico
Obligatorio, existen únicamente 100 equipos que lo brindan en todo el país.
Cuando Lucía Inserra habla de la muerte de su mamá, Emma
Lovisolo, se siente en paz: murió en su casa, rodeada de sus seres queridos, y
entre ellas no quedó ninguna cuenta por saldar. Para Lucía, eso es un milagro.
Pero al recordar los cuatro meses transcurridos desde el día en que Emma se
cayó de una silla, a los 91 años, hasta su muerte, recoge también una sucesión
de hechos amargos. "Además de toda la situación emocional que uno tiene
que atravesar cuando un familiar está en el final de su vida, me encontré con
un sistema médico que no me daba respuestas", asegura.
Emma, una docente jubilada, había vivido sola desde que
enviudó, 32 años antes: era autónoma e independiente. "Al caerse, se le
generó líquido en el pulmón y comenzó a tener problemas respiratorios. Hubo que
operarla de urgencia, y encontraron células de malformación en la pleura",
cuenta Lucía. Entonces empezó la odisea.
"Estuvo un mes internada y mi médico particular me
sugirió que la sacara cuanto antes, ya que había empezado a tener infecciones.
Bajo mi responsabilidad y la de él, pedimos que fuera trasladada a su casa y
que la obra social le brindara los cuidados paliativos acordes con su
diagnóstico", dice Inserra, que es hija única. Zambullida en trámites
burocráticos, reclamó una cama ortopédica, respirador, los calmantes y atención
necesaria para su madre. Casi dos meses después, y tras acumular reclamos
contra su obra social, logró que Emma recibiera los cuidados paliativos
adecuados.
Hoy, en nuestro país, sólo el 10% de la población accede a
este servicio, según datos del Atlas de Cuidados Paliativos en Latinoamérica.
Mariela Bertolino, coordinadora de la Unidad de Cuidados Paliativos del
hospital Tornú, explica que son un área de la medicina que trabaja para
promover el bienestar y disminuir el sufrimiento de las personas con enfermedades
crónicas que amenazan la vida o con enfermedades avanzadas. "Tratan los
diferentes síntomas de estas enfermedades, pero de forma complementaria brindan
una comunicación detallada, que acompaña a los tratamientos y la toma de
decisiones, dando un apoyo emocional, práctico y espiritual tanto al paciente
como a sus personas significativas", sostiene.
Matías Najún, jefe de Cuidados Paliativos del Hospital
Austral y fundador del hospice El Buen Samaritano (ver recuadro), subraya:
"Hoy, el 90% de quienes atraviesan el final de su vida sufren: tienen
dolor, carecen de quien los cuide o están inmersos en la incertidumbre. Eso no
se concibe". Para Bertolino, los motivos de que esto ocurra son
fundamentalmente dos: "Por un lado, no existe la cantidad de profesionales
necesarios, y, por el otro, hay un conocimiento insuficiente por parte de los
ciudadanos de la existencia de este tipo de atención y del derecho a
reclamarla".
La especialista destaca que los cuidados paliativos son un
derecho humano, contemplado dentro del Programa Médico Obligatorio (PMO) y el
de emergencia (PMOE), y en legislaciones provinciales. "Aunque hay
proyectos para que se implemente una única ley nacional, esto todavía no
ocurrió. No sólo es importante que se sancione, sino también que exista un plan
de aplicación de presupuesto que permita formar y crear equipos de distinta
complejidad, según las necesidades de cada región", asegura. Estos
cuidados abarcan una multiplicidad de profesionales, desde médicos, enfermeros
y psicólogos hasta terapistas ocupacionales y eticistas.
Según Bertolino, el PMO y el PMOE "son antiguos e
incompletos, ya que restringen los cuidados paliativos a las personas con un
pronóstico de vida de seis meses". Sin embargo, la Organización Mundial de
la Salud sostiene que "deben brindarse en cualquier momento de la
evolución de una enfermedad potencialmente crónica o avanzada, centrándose en
las necesidades y no en los pronósticos de los pacientes".
Gustavo de Simone es presidente de la Asociación Civil
Pallium Latinoamérica y jefe del departamento de docencia e investigación del
hospital Udaondo. Mientras recorre el nuevo pabellón que, con cuatro camas y
próximo a inaugurar, estará específicamente dedicado a internación en cuidados
paliativos, cuenta: "La ley de derechos del paciente establece que las
personas tienen derecho a brindar su consentimiento a recibir cuidados
paliativos de calidad. Pero si eso no se acompaña de los recursos para que el
efector pueda brindarlos, es un derecho potencial, que no se ejerce",
dice.
Falta de formación
Para Bertolino, "estos cuidados deberían contemplarse
en los tres subsistemas de salud que tenemos en la Argentina -el público, el
privado y el de las obras sociales-, y tanto en los niveles de internación como
de consulta externa y atención domiciliaria. Pero en la práctica esto no
ocurre". Destaca que existen si bien en el país, no hay estadísticas
oficiales actualizadas, en todo el sistema de salud hay aproximadamente 100
equipos de cuidados paliativos, con distinto grado de complejidad (son los más frecuentes
los menos complejos). "En cuanto a los hospitales públicos que brindan
este tipo de servicios, son alrededor de 50, de los cuales unos 15 están en la
ciudad de Buenos Aires y ocho en la provincia de Buenos Aires", sostiene.
Sobre este punto, Najún dice: "Los hospices, cerca de
20 en el país, son de las pocas instituciones que ofrecen camas para personas
en el final de su vida. Salvo casos como los del Tornú o el Udaondo, esto casi
no existe en los hospitales". Bertolino adhiere: "La sociedad civil
se organizó con una gran actitud de voluntariado y participación comunitaria
para dar respuesta a algo que todavía muchos efectores del sistema de salud no
logran hacer".
Los especialistas dicen que hay un largo camino por recorrer
en cuanto a la formación profesional en cuidados paliativos. Hoy, ésta es
fundamentalmente de posgrado. Según De Simone, "solamente hay seis
facultades de medicina en nuestro país que incluyen este tipo de contenidos (en
algunos casos, de manera optativa), que deberían ser obligatorios". Sin
embargo, subraya que "el gobierno de la ciudad y, sobre todo, el Instituto
Nacional de Cáncer han invertido dinero en investigación y capacitación".
Por otro lado, tanto el Tornú como el Udaondo hacen fuerte hincapié en la
docencia.
Bertolino y De Simone consideran además que es fundamental
que desde las políticas públicas se impulsen los cuidados paliativos a nivel
domiciliario. De Simone dice: "La mayor parte de las personas en la etapa
final de la vida prefieren y pueden estar en su casa si se les dan la
orientación profesional y todo lo que necesitan. Pero para esto hacen falta
recursos capacitados y otros básicos, como medicamentos e insumos".
¿Cómo se le dice a alguien que está atravesando el final de
su vida? Para Najún, el proceso de la comunicación en los cuidados paliativos
"es un arte, un capítulo aparte que debe ajustarse a la medida de cada
persona". "Todos tenemos el derecho a saber lo que nos está pasando.
Eso nos da la libertad para tomar decisiones, dejar legados y
prepararnos", dice. "Es clave saber hacia dónde uno viaja",
agrega.
El desafío de los profesionales es ir "tanteando en
cada encuentro cuánto quiere saber la persona, qué bien o qué mal puede
hacerle, incluyendo a la familia en las decisiones". Y agrega: "Hay
quienes acompañamos con ese espíritu, que se van sin saber, y otros que mueren
sabiendo todo. El objetivo central es siempre no engañar". Esto implica
empatizar con el otro, ir intuyendo y leyendo entre líneas lo que siente:
"El final de la vida es una parte fundamental de la existencia y es un
derecho para todos nosotros poder prepararnos para ese paso tan
importante", concluye Najún.
Las voces detrás de la terapia
Los especialistas explican las características de este
servicio
Matías Najún
Jefe de Cuidados Paliativos del Hospital Austral
"El final de la vida es un momento sagrado y requiere
más que buena medicina: requiere humanidad"
Mariela Bertolino
Coordinadora de la Unidad de Cuidados Paliativos del
Hospital Tornú
"Todos los hospitales deberían tener por lo menos
algunos referentes en esta área. Si bien hay un aumento en el número, hoy la
mayoría no los tiene"
Gustavo de Simone
Jefe del Departamento de Docencia e Investigación del
Hospital Udaondo
"Quienes trabajamos en esto no solamente tenemos que
aprender cómo prescribir un fármaco para aliviar el dolor, sino a ser mejores
personas"
Tomás Olivieri
Fundador y voluntario de en el final de la vida
"Al no saber que existen, las personas no los reclaman,
y los hospitales y las obras sociales no los prestan como deberían"
El ranking: los países con mejor atención
Gracias a la implementación de políticas a nivel nacional,
la amplia cobertura brindada por el sistema de salud y el importante rol de los
hospices, el Reino Unido ocupa el primer lugar del Quality of Death Index 2015,
realizado por The Economist Intelligence Unit.
La Argentina está en el puesto 31, y Chile es el país de
América latina mejor posicionado. Uruguay está en el número 39 y Brasil, en el
42.
Los países con alta calidad en la atención de cuidados
paliativos comparten algunas características, como una eficiente política
nacional; altos niveles de gasto público en estos servicios de atención médica;
profesionales capacitados; importantes subsidios para reducir la carga
financiera en los pacientes; disponibilidad de analgésicos, y una fuerte
concientización a nivel social.
Fuente: La Nación
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