Nuestro país tiene un sistema de salud segmentado y plural
compuesto por el sector público, que da cobertura exclusiva a 16 millones de
argentinos; la seguridad social, que da cobertura a 26 millones, y el privado,
que cubre a 6 millones, 4 de los cuales provienen de convenios entre obras
sociales y prepagas. Los tres subsectores están fragmentados: el público,
descentralizado en 23 provincias y la CABA (las prestaciones médicas las
brindan las provincias y en algunos casos de grandes provincias, también los
municipios); la seguridad social, con más de 300 obras sociales, y el PAMI; y
el privado con más de 200 empresas de medicina prepaga. No es de extrañar
entonces que, si bien los estándares de calidad en la Argentina se encuentran
entre los mejores de América Latina, nuestra eficiencia dista de ser buena.
Más de 10% del PBI se gasta en salud -en proporción, uno de
los más altos en la región- y nuestros resultados sanitarios siguen siendo
mediocres para la magnitud de ese gasto. No solo eso, nuestro sistema es muy
inequitativo y las desigualdades son muy grandes. Y estas disparidades
sanitarias, que podemos atribuir al lugar de nacimiento, la condición
socioeconómica o la cobertura sanitaria, son inadmisibles. Por ejemplo, existe
una diferencia de seis veces en el gasto en salud pública per cápita entre
provincias ricas y provincias pobres. Estas diferencias se reflejan en enormes
desigualdades por región o tipo de cobertura. Sin ir más lejos, la mortalidad
infantil varía entre dos y tres veces entre distintas provincias; la mortalidad
materna, ocho veces; el tiempo al tratamiento inicial del infarto de miocardio,
que es crítico para la supervivencia del paciente, varía ampliamente entre
provincias u obras sociales ricas y pobres. Y podemos citar más ejemplos: la
mortalidad por cáncer de cuello de útero, asociado a la pobreza, varía casi 8
veces, y la de cáncer colorrectal, más de 3 veces entre regiones ricas y pobres
de nuestro país debido a menores prácticas preventivas. Estas diferencias
también se ven en mayores demoras para el inicio del tratamiento del cáncer de
mama, o menor detección y tratamiento de hipertensión o diabetes en las
provincias más pobres.
Para enfrentar las disparidades sanitarias y con el objetivo
de comenzar a cerrar las brechas de inequidad existentes en nuestro país, el
gobierno nacional, a través del Ministerio de Salud de la Nación, estableció
como una de sus políticas prioritarias, avanzar en el camino a la Cobertura
Universal de Salud (CUS). Hoy, 7 de abril, la Organización Mundial de la Salud
dedica su día mundial, el más importante, a la CUS.
La CUS consiste en asegurar que todas las personas reciban
los servicios de salud que necesitan, con adecuado acceso y calidad. Bajo la
concepción de que la salud es un derecho humano fundamental, y la equidad es un
aspecto primordial para hacerlo efectivo, la CUS implica que todas las personas
tengan acceso, sin discriminación alguna, a servicios integrales de salud,
adecuados, oportunos y de calidad, así como a medicamentos seguros, eficaces y
asequibles, sin que los usuarios se expongan a dificultades financieras, en
particular los más pobres y necesitados.
En la Argentina, el acceso a los servicios de salud es
universal. Cualquier argentino o residente en nuestro país tiene derecho a recibir
atención gratuita en una institución de salud pública, sea nacional, provincial
o municipal. Sin embargo, acceso no es lo mismo que cobertura. Acceso es la
capacidad de utilizar los servicios de salud sin barreras administrativas,
organizacionales, geográficas, financieras, culturales o de género. Ese derecho
está asegurado en nuestro país. Pero el concepto de cobertura trasciende el de
acceso. Cobertura no es solo poder atenderse episódicamente en la guardia de un
hospital o en un centro de salud, sino que además implica dar continuidad a la
atención, haciendo más sencillo el camino del paciente, independientemente del
lugar en que se atiende. Podríamos decir que en la Argentina si bien existe
cobertura universal, esta no garantiza que no existan grandes diferencias en la
atención brindada por los distintos subsectores y tampoco garantiza que todos
los habitantes reciban los beneficios sanitarios de acuerdo con su necesidad.
Para lograr esto, el primer paso es trabajar codo a codo con
todas las provincias en la nominalización, georreferencia y asignación de la
población a médicos de cabecera y equipos de salud familiar, para asegurar
acceso, integralidad, continuidad y coordinación de cuidados. Para eso,
trabajamos en el desarrollo de sistemas de información para modernizar los
sistemas de atención médica, tales como historias clínicas electrónicas
interoperables entre diferentes provincias, obras sociales y hospitales, que se
abran leyendo el código QR del DNI; turnos online y telefónicos en el centro de
salud con consultas protegidas en el hospital otorgadas en el mismo centro;
telemedicina para la consulta remota y facturación electrónica; en la
implementación de redes integradas de atención entre centros de atención
primaria y hospitales a través de circuitos por los cuales las personas puedan
transitar fácilmente entre los distintos niveles de complejidad. Se está
trabajando también en la elaboración de protocolos de atención para los
problemas de salud prioritarios y para los cuales resultan inaceptables las
diferencias regionales.
En definitiva, la CUS significa acercar un mejor sistema de
salud a las personas y ampliar los derechos de quienes habitan en nuestro país
para que reciban una atención integral, equitativa y de calidad, de modo que el
lugar en el que nacemos, vivimos o trabajamos, o nuestra condición
socioeconómica, no sigan siendo factores que influyen en la probabilidad de
enfermar o morir.
Por: Adolfo Rubinstein (Ministro de Salud de la Nación)
Fuente: La Nación
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Los comentarios con contenido inapropiado no serán publicados. Si lo que Usted quiere es realizar una consulta, le pedimos por favor lo haga a través del link de Contacto que aparece en este blog. Muchas gracias