La medicina enfrente el desafío de aggiornar sus planes de
estudio, formar en el uso de quirófanos modernos y estimular habilidades de
inteligencia emocional, de modo de contener pacientes
"cibercondríacos" y frenar la automedicación.
El futuro en medicina ya llegó. Los desarrollos que la
tecnología introduce vertiginosamente seguirán cambiando el aspecto, las
prácticas y las intervenciones que se realizan en los quirófanos y los
consultorios más avanzados.
Conceptos como inteligencia artificial, robótica, data
driven (la gestión de decisiones basada en datos del paciente) y el avance del
uso de imágenes para diagnóstico y operaciones (calidad de imagen, fusión de
imágenes y guías de localización) no sólo están reconfigurando el rol del
cirujano, sino que están generando un sinnúmero de interrogantes de cara al
futuro. Y también en el presente.
En nuestro país, ¿estamos formando los médicos que el
sistema de salud demandará en un plazo no muy lejano? ¿Estamos educando a
profesionales para los quirófanos del futuro? ¿Los planes de estudio se están
anticipando a los nuevos requerimientos? ¿Dónde estamos situados? ¿Más cerca de
metodologías que miran hacia la simulación robótica y quirúrgica, que recrean
escenarios similares a los reales? ¿Cerca de las aplicaciones digitales? Y la
academia, ¿sigue más anclada en la vieja escuela médica?
Estas preguntas, cuyas respuestas a veces desaniman, valen
no sólo para las carreras de grado. La formación continua en medicina es
fundamental. Y hoy, a la luz de los cambios sociales y culturales que la
revolución tecnológica generó, la actualización del conocimiento
médico-quirúrgico se vuelve imperiosa.
Más allá de la disparidad de recursos y condiciones que nos
separan con los países que invierten en políticas a largo plazo en el ámbito de
la educación y la salud, hay un dato que no podemos obviar: el conocimiento
nunca estuvo tan disponible como hoy. Las plataformas digitales de aprendizaje nos
permiten conocer la última novedad en cualquier especialidad.
Enfrentar los nuevos retos requiere de saberes técnicos cada
vez más sólidos y aggiornados. Pero no sólo eso: el conocimiento no técnico
pide hoy mayor protagonismo. De cara al paciente, los profesionales son
valorados positivamente si aplican habilidades de inteligencia emocional; si
saben comunicar, si generan empatía, si comprenden las nuevas dinámicas
sociales. Y eso también se aprende y se debe enseñar, especialmente cuando la
relación médico-paciente también se modificó.
Sólo un ejemplo: los profesionales reciben personas con
angustia o en estado de ansiedad porque, previo a la cita médica, buscaron en
la web información sobre síntomas que presentaron. Un buen profesional también
hoy tiene que saber cómo tratar a los “cibercondríacos”, y tener las
herramientas para combatir la automedicación a partir del autodiagnóstico que
los pacientes realizan por Internet.
Claro está que en los tiempos líquidos y veloces en los que
vivimos, la información fluye. Es una ventaja para las academias, porque
pareciera que el conocimiento por sí solo no vale si no se comparte, y si no
sirve para innovar. Las Universidades deben saber nutrirse de este caudal nunca
antes visto, y saber encausarlo, más ahora cuando la actualización del
conocimiento médico-quirúrgico y el criterio médico ya no son suficientes para
satisfacer las demandas presentes, y mucho menos, las del futuro.
Debemos dejar viejos hábitos, y adoptar un nuevo paradigma
de práctica y formación. En los quirófanos, hoy es imprescindible saber
trabajar en equipo. Está probado que genera valor y logra mejores resultados
técnicos. Por eso, es tan importante conformar equipos de trabajo de alta
perfomance, en el que cada miembro domine una faceta determinada y responda en
conjunto por el trabajo realizado.
En la última parte del siglo pasado, la innovación y el
trabajo en equipo, condujo al desarrollo de nuevas ideas, métodos y aparatos y,
como consecuencia, las fronteras entre especialidades, comenzaron a borrarse.
En medicina estamos ante un cambio de época más que en una
época de cambios. Resulta vital cambiar también las estructuras hospitalarias.
La noción de departamento (Cirugía, Clínica, Radiología...), como tal, es una
estructura pensada para el siglo XIX, pero es improductiva en relación con las
necesidades del siglo XXI. Para intentar subsanarlo se ha desarrollado el
concepto de equipos multidisciplinarios, que, lejos de solucionarlo, ha
demostrado la necesidad de estar –no una hora por semana, sino a tiempo
completo- con quienes tratamos lo mismo, sin importar nuestra rama de
procedencia.
El concepto antiguo de reunirnos, trabajar y asociarnos en
relación a “quienes somos”, que obedecía al criterio de los departamentos y
asociaciones médicas, está cambiando hacia la idea de equipos que trabajen
juntos en relación a “qué y a quién tratamos”. Desplazando, así, siglos de
egocentrismo a un auténtico trabajo en equipo orientado al paciente y sus
problemas.
Sin embargo, la implementación de los cambios asociados a
estas innovaciones, es a menudo un desafío complejo para médicos y otros
profesionales de la salud, debido a estructuras de poder y privilegios que no
desean compartirlos o perderlos.
Los adelantos tecnológicos se suscitan a diario, y en
algunos casos con gran presión por parte de las empresas. El desafío es
trabajar juntos para optimizar los resultados, aceptando y adaptando lo bueno y
dejando de lado lo que no constituye un verdadero avance.
El cuadro de situación no sería completo si no incluimos el
cambio generacional que observamos, y por momentos aterra. Se trata, en
realidad, de una increíble oportunidad para asimilar y encauzar el progreso
tecnológico en beneficio de nuestros pacientes. Los jóvenes que se suman a
nuestros equipos nos aportan una visión más descontracturada, en la cual el
respeto por los valores profesionales reemplaza a cierto autoritarismo, y nos
enseñan a los mayores el concepto de que la información se comparte, y es la
base para la participación.
Resulta clave saber interpretar el mundo que se viene para
ser gestores del cambio. Podemos hacerlo con nuestros recursos y capacidades,
sin olvidar que el liderazgo de los equipos que necesitamos, está en nuestras
manos, en las manos de los mayores.
Como reflexiona Humberto Maturana, con las elecciones y las
acciones que realizamos, somos los adultos los responsables del futuro. Somos
el espejo y la referencia para las próximas generaciones.
Fuente: Clarín
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