Con base en décadas de investigaciones, la resolución dicta
que la leche materna es la más sana para los niños y que los países deben
esforzarse por limitar la publicidad inexacta o confusa sobre los sustitutos de
la leche materna.
Pero entonces la delegación de Estados Unidos, siguiendo los
intereses de los fabricantes de fórmula para lactantes, dieron un giro a las
deliberaciones.
Los funcionarios estadounidenses buscaron debilitar la
resolución al eliminar una frase que llamaba a los gobiernos a “proteger,
promover y apoyar la lactancia materna”, así como otra parte que instaba a los
encargados de las políticas a restringir la promoción de productos alimenticios
que según muchos expertos pueden tener efectos nocivos en los niños pequeños.
Cuando eso falló, comenzaron a recurrir a amenazas, de
acuerdo con algunos diplomáticos y funcionarios de gobierno que participaron en
las discusiones. Ecuador, que tenía planeado introducir la medida, fue el
primer país en encontrarse de pronto en la mira.
Los estadounidenses fueron directos: si Ecuador se negaba a
olvidarse de la resolución, Washington desataría medidas comerciales punitivas
y retiraría la crucial ayuda militar. El gobierno ecuatoriano cedió de
inmediato.
La confrontación respecto de este asunto fue relatada por
más de una decena de participantes de distintas naciones, muchos de los cuales
solicitaron permanecer en anonimato por temor a represalias por parte de
Estados Unidos.
Los activistas sanitarios se movilizaron para encontrar otro
patrocinador de la resolución, pero al menos doce países, todos ellos naciones
pobres de África y Latinoamérica, se deslindaron, al argumentar el temor a
represalias, de acuerdo con funcionarios uruguayos, mexicanos y
estadounidenses.
“Estábamos asombrados, horrorizados y también tristes”, dijo
Patti Rundall, directora de políticas del grupo activista británico Baby Milk
Action, quien ha asistido a reuniones de la asamblea, el órgano de la
Organización Mundial de la Salud encargado de tomar las decisiones, desde
finales de la década de los ochenta.
“Lo que pasó fue equivalente a un chantaje, con EE. UU.
tomando al mundo de rehén y tratando de revertir casi cuarenta años de consenso
sobre la mejor manera de proteger la salud de los bebés y los niños pequeños”,
dijo.
A la postre, los esfuerzos de los estadounidenses no
tuvieron éxito. Fueron los rusos quienes dieron el paso de presentar la medida,
y los estadounidenses no los amenazaron.
La lactancia materna universal podría prevenir 800.000 muertes infantiles al año en todo el mundo y generar un ahorro de 300.000 millones de dólares por reducción de costos de atención a la salud.
ESTUDIO DE 2016 EN THE LANCET
El Departamento de Estado se negó a responder a nuestras
preguntas, al indicar que no podía comentar sobre conversaciones diplomáticas
privadas. El Departamento de Salud y Servicios Humanos, la agencia principal en
el esfuerzo por modificar la resolución, explicó la decisión de oponerse a la
redacción de la resolución, pero dijo que no había estado implicado en las
amenazas a Ecuador.
“La redacción original de la resolución ponía obstáculos
innecesarios a las madres que buscan proporcionar una buena nutrición a sus
hijos”, asentó un vocero del Departamento de Salud y Servicios Humanos en un
correo electrónico. “Nosotros reconocemos que no todas las mujeres pueden
amamantar, por distintos motivos. Estas mujeres deben poder escoger y tener
acceso a alternativas para la salud de sus bebés, y no ser estigmatizadas por
las maneras en que pueden hacerlo”. El hombre pidió que se conservara su
anonimato para hablar con mayor libertad.
Aunque los cabilderos de la industria de alimentos para
bebés asistieron a las reuniones en Ginebra, los activistas sanitarios dijeron
que no vieron evidencias directas de que desempeñaran algún papel en las
tácticas intimidatorias de Washington. Esa industria de 70.000 millones de
dólares, dominada por un puñado de empresas estadounidenses y europeas, ha
visto una reducción de sus ventas en los países ricos en los últimos años,
conforme más mujeres adoptan la lactancia materna. En general, se espera que
las ventas globales aumenten un cuatro por ciento en 2018, de acuerdo con
Euromonitor, y que la mayor parte de ese crecimiento tenga lugar en países en
vías de desarrollo.
La intensidad de la oposición del gobierno de Estados Unidos
a la resolución sobre lactancia materna asombró a los funcionarios de salud
pública y a los diplomáticos extranjeros, quienes la describieron como
marcadamente contrastante con la postura del gobierno de Obama, que apoyaba de
manera importante la política que la OMS ha sostenido desde hace tiempo de
alentar la lactancia materna.
Durante las deliberaciones, algunos delegados
estadounidenses incluso sugirieron que su país podría recortar sus
contribuciones a la OMS, según mencionaron varios negociadores. Washington es
el más grande contribuyente individual a ese organismo: proporcionó 845
millones de dólares, o aproximadamente el 15 por ciento de su presupuesto, el
año pasado.
Ilona Kickbusch, directora del Centro Mundial de Salud del
Instituto de Estudios de Posgrado Internacionales y de Desarrollo en Ginebra,
dijo que hay un miedo en aumento de que el gobierno de Trump pueda causar un
daño duradero a instituciones internacionales de salud como la OMS, que han
sido vitales para contener epidemias como la del ébola y la creciente cantidad
de muertes debidas a diabetes y enfermedades cardiovasculares en el mundo en
desarrollo.
“Está poniendo a todos muy nerviosos, porque si no puedes
establecer acuerdos multilaterales sobre la salud, ¿en qué tipo de asuntos
multilaterales sí podrías hacerlo?”, preguntó Kickbusch.
Un delegado ruso dijo que la decisión de presentar la
resolución sobre la lactancia materna era un asunto de principios.
“No estamos tratando de ser héroes, pero sentimos que está
mal que un país grande trate de presionar a algunos países muy pequeños, en
especial en un asunto que es muy importante para el resto del mundo”, mencionó
el delegado, quien pidió no ser identificado pues no tenía autorización para
hablar con los medios.
Dijo que Estados Unidos no presionó directamente a Moscú
para retractarse de la medida. No obstante, la delegación estadounidense buscó
desgastar a los otros participantes mediante maniobras de procedimientos en una
serie de reuniones que se extendieron por dos días, un periodo inesperadamente
largo.
A la larga, Estados Unidos no tuvo gran éxito. La resolución
final conservó la mayor parte de la redacción original, aunque los negociadores
estadounidenses sí lograron eliminar las palabras que hacían un llamado a la
OMS para proporcionar asistencia técnica a los Estados miembros que busquen
detener “la promoción inadecuada de alimentos para bebés y niños pequeños”.
Estados Unidos también insistió en que las palabras “basadas
en evidencia” acompañen las referencias a las iniciativas de tiempo atrás que
promueven la lactancia materna, algo que los críticos describieron como un
ardid que podría usarse para socavar los programas que brindan apoyo y consejos
de alimentación a los padres.
Elisabeth Sterken, directora de la Infant Feeding Action
Coalition en Canadá, dijo que cuatro décadas de investigaciones han establecido
la importancia de la leche materna, pues proporciona nutrientes esenciales,
hormonas y anticuerpos que protegen a los recién nacidos de enfermedades
infecciosas.
Un estudio publicado en 2016 en The Lancet reveló que la
lactancia materna universal podría prevenir 800.000 muertes infantiles al año
en todo el mundo y generar un ahorro de 300.000 millones de dólares por
reducción de costos de atención a la salud y mejores desenlaces económicos para
quienes son alimentados con leche materna.
Los científicos se muestran reacios a llevar a cabo estudios
con el método doble ciego en los que se daría a un grupo leche materna y a
otro, sustitutos de esta. “Este tipo de investigación ‘basada en evidencias’
sería ética y moralmente inaceptable”, dijo Sterken.
Abbott Laboratories, la empresa con sede en Chicago que es
uno de los principales actores en el mercado de 70.000 millones de dólares de
los alimentos para bebés, se negó a hacer comentarios.
Fuente: The New York Times
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