Según estimaciones mundiales, entre el 10 y el 15% de la
población puede presentar uno de los trastornos del aprendizaje más frecuentes.
Durante mucho tiempo, hablar de dislexia era hablar de un
síntoma indicador de una problemática que afectaba el progreso de algunos
chicos en edad escolar. Hoy en día, la tendencia es catalogarla como una
disfunción neurobiológica.
Según estimaciones mundiales, entre el 10 y 15% de la población
puede presentar uno de los trastornos del aprendizaje más frecuentes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la
dislexia como un trastorno propio de la lectura a raíz de problemas para
identificar los sonidos del habla y para comprender cómo estos se relacionan
con las letras y las palabras (decodificación). Su rasgo principal es una
dificultad específica y significativa de lectura que no puede explicarse
únicamente por la edad mental o problemas de precisión visual, entre otras
causas.
Con el tiempo valoramos las cosas que nos llenan el alma.
Cuando un niño sonríe, ese gesto invisible para algunos, es un tesoro para
muchos otros. Hace dos años, escribimos con un equipo de médicos y
profesionales de la comunidad educativa y de la salud, el texto de la actual
Ley 27.306.
La misma, tiene como objetivo prioritario garantizar el
derecho a la educación de los niños, niñas, adolescentes y adultos que
presentan Dificultades Específicas del Aprendizaje (DEA).
Las DEA, son las alteraciones de base neurobiológica, que
afectan a los procesos cognitivos relacionados con el lenguaje, la lectura, la
escritura y/o el cálculo matemático, con implicaciones significativas, leves,
moderadas o graves en el ámbito escolar. La más conocida es la dislexia.
En ese momento, en mi rol de Senadora Nacional, lleve
adelante el mecanismo que más me gusta para legislar: una profunda y respetuosa
relación entre el conocimiento, la ciencia y sus avances por un lado, y la
habilidad y el arte de la política por el otro. Así se logran consensos,
diálogos, y normas de vanguardia.
Ese trabajo, fue el disparador para que la sociedad en su
conjunto, comenzara a hablar y pensar en la dislexia en otros ámbitos. Así, a
esas dedicadas y comprometidas madres, padres, maestros y profesionales, se
suman cada vez más actores para la concientización de la problemática.
Muchos niños y niñas, sufren con dolor silencioso esta
situación. Sin embargo, cada día avanzamos en vencer ese estigma, ese prejuicio
infundado. Es solo una manera de aprender distinta. Grandes personas como Steve
Jobs, Steven Spielberg, Walt Disney, Albert Einstein, John Irving, entre otros,
padecieron dislexia.
Cuando leí en el diario, que el reciente premio Nobel de
química John Goodenough tenía dislexia, fue una confirmación más, para que
todos entiendan que esta condición no es un impedimento para nada, ni para
nadie.
Ese es el espíritu de la ley que aprobamos, en cuyo proyecto
e impulso puse tanto empeño y dedicación. Todos nuestros niñas y niños deben
tener la misma visibilidad para el sistema educativo, por eso tienen que
acceder a las mismas oportunidades en la etapa escolar.
No es ambicioso pensar que esto es posible. En nuestras
aulas nos esperan futuros premios nobeles, artistas, líderes, ciudadanos,
personas, que en su dislexia, hoy nos miran con una sonrisa. Este, y tantos
otros desafíos, son los que hoy nos interpelan, para construir una sociedad
inclusiva, empática y desarrollada.
Fuente: Infobae (por la Dra. María Laura Leguizamón)
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