Es vital pasar de una transformación digital ciudadana compulsiva, que priorizó lo urgente, al compromiso con un verdadero plan estratégico.
La pandemia impuso una acuciante transformación digital compulsiva en todas las áreas. En medio de la necesidad, mandó lo simple, no lo correcto. El sector de la salud salió a brindar atención a distancia con lo que pudo. Ahora, un año y medio después, queda a la vista que eso no es suficiente y se empiezan a generar proyectos de transformación digital acelerada. Pero es indispensable que se hagan con un plan estratégico de tecnologías de la información. Ese es un punto fundante porque, de lo contrario, lo urgente volverá a tapar lo importante.
Aunque a veces se crea que incorporando un programa o sistema se van a cambiar y a ordenar los procesos, es al revés: hay que trabajar mucho en los procesos primero y después ver qué sistema se adapta a ese proceso. Porque el verdadero desafío de los sistemas de información en la salud no es tecnológico sino socio organizacional.
Por lo tanto es imperativo entender y aprovechar la digitalización forzada que vivió el ciudadano por la pandemia para brindarle más servicios diferenciales tecnológicamente adecuados y hacerlo bajo el paraguas de un plan estratégico.
Porque, por ejemplo, el último año y medio demostró que el sentido de la telemedicina en las grandes ciudades es el lucro cesante de los pacientes que pierden mucho tiempo en procesos que no son de ellos sino que son inherentes a la prestación y ya se sabe que no es necesario que vaya cuatro veces al consultorio sino que eso se puede resumir en una sola visita presencial para hacerse los estudios.
Entonces, hay que lograr un acoplamiento administrativo y asistencial para crear una suerte de pre-asistencia virtual y un seguimiento virtual posterior a lo presencial. Trabajar en una verdadera evolución digital sustentable va a generar un nuevo modelo de negocio y de diferenciación competitiva.
Hay más de treinta componentes que entran en juego en un ecosistema de salud. Ese conjunto de instrumentos es como una orquesta, si no hay un buen plan de tecnología de la información y un director que lo ejecute, va a sonar mal. En esa línea de comparación, hay que buscar por ejemplo al trompetista, que es la historia clínica; al saxofonista, que es el sistema de farmacia; al violín, que es el sistema de laboratorio; al piano, que es el sistema administrativo; y todos deben tener un lenguaje común, lo que se llama interoperabilidad semántica, y un intercambio de información efectiva.
Entonces el gestor de la tecnología es la clave tanto para la organización de salud, como para el paciente y el profesional. No hay programas, aplicaciones o sistemas que den soluciones mágicas. Se necesita una cabeza pensante para que no le pidamos ni le entreguemos a la tecnología cosas que no puede dar porque, recordemos, que es un medio y no un fin.
Por último, ese director de plan tiene que conocer no solo lo que existe sino lo que viene, por ejemplo la medicina algorítmica. Es como si a la orquesta se sumaran sintetizadores y hay que saber qué aporta y cómo integrarlos a la armonía del conjunto.
Por lo tanto, el desafío post pandemia es parar la pelota y replantear los planes de tecnología de la información, porque más allá de la urgencia y la compulsión, se deben medir y proyectar a mediano y largo plazo.
Fuente: El Cronista
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